El logro de metas y su reconocimiento son la base de la progresión personal en el Movimiento Scout

Si revisamos históricamente hacia atrás los primeros intentos del Movimiento Scout por construir un esquema de progresión de los jóvenes se expresaron en listados de actividades a realizar, las que derivaron en pruebas de dificultad creciente clasificadas en categorías como habilidad manual, expresión, observación o vida en la naturaleza. Las pruebas eran estandarizadas y, podríamos decir, que se repetían de forma similar en diferentes asociaciones y distintos países sin mucha adaptación. En esa primera etapa lo que tenía de personal la progresión era que cada uno tenía que arreglárselas personalmente para superar dichas pruebas, sin importar su historia ni su contexto.
Las pruebas habían sido diseñadas para asegurarse que cada joven que portara determinada insignia de progresión en su uniforme había adquirido determinados conocimientos o habilidades que centralmente eran consideradas necesarias para desempeñarse adecuadamente como Scout.
Este enfoque tiene como ventaja que provee a los Scouters un catálogo de actividades al cual van recurriendo y, al mismo tiempo, sirve como sistema de evaluación del progreso de cada joven dentro de un currículo de contenidos prefijados.
Sin embargo, se corre el peligro de "congelar" la práctica del Movimiento Scout en un catálogo acotado de actividades repetitivas que no toman en cuenta los intereses de los jóvenes, desvirtuando uno de los elementos fundamentales del Método Scout. Si pasa mucho tiempo sin que se revise el catálogo y se conjugue con los referidos intereses podría llegar a pasar que la brecha crezca cada vez más, hasta convertirse en un abismo. 
Frente a esta distancia puede pasar, en algunos casos en los cuales se aplica el Método Scout adecuadamente, que las patrullas y equipos elijan las actividades que responden a sus intereses y que, por otro lado, como en un universo paralelo, los Scouters reserven un tiempo después de la actividad para que los jóvenes rindan las pruebas del catálogo de progresión, desconectándolas de la actividad diaria de la unidad educativa.
En el otro extremo, podemos encontrar ciertos dirigentes que, conscientes de dicha brecha, consideren que el sistema de pruebas no se adecua a sus jóvenes y, entonces decidan entregar los reconocimientos con base en su criterio.
En el medio entre ambos polos, una infinidad de situaciones.
Ser conscientes de esa brecha y mirar para otro lado, además induce a considerar a las actividades como un fin en sí mismas, olvidando el objetivo educativo que el Movimiento Scout busca lograr. Seguir por este camino puede llevar a un hacer por hacer, sin un rumbo claro y, poco a poco, ese excesivo foco en solamente hacer las actividades que surgen de las patrullas sin mucho más que eso, puede desviarse hacia un mero grupo recreativo, de aquí a que se vayan diluyendo paso a paso los demás elementos del Método Scout estamos a un paso.
Otro elemento que creo importante rescatar es la necesaria intervención estimulante de los voluntarios adultos, quienes deben incentivar la chispa de la creatividad y ampliar el menú de opciones. Sin distraernos mucho ahora en ésto, aspecto que retomaremos más adelante, es importante ser conscientes que el educador scout debe ser creativo, imaginativo y curioso. Si solamente es un reproductor de actividades “enlatadas” que vienen predigeridas en un “libro de 100 actividades que un scout debe hacer” o en “fichas de actividades” estandarizadas, a la larga terminará aburriendo a los jóvenes y lentamente se empezarán a ir.
Por esta razón, el Movimiento Scout propone distinguir entre los objetivos educativos y las actividades a través de las cuales ellos pueden ser alcanzados.
Antes de continuar es importante señalar que los objetivos educativos del Movimiento Scout son un marco de referencia pensado para orientar y evaluar la progresión de cada joven, pero no debe convertirse en un corset que limite la creatividad.
Es decir, el abanico de las actividades scouts es ilimitado y apuntan a satisfacer los intereses y las aspiraciones de los jóvenes.
No debemos caer en la comodidad de acotar a los jóvenes a un catálogo alimentado por la necesidad de ganar un número mínimo de insignias para progresar como en esas caricaturizaciones exageradas donde un scout se cuelga una bufanda llena de parches de especialidades. Llama a sospecha que si uno se especializa en tantas cosas en tan poco tiempo al final parecería que no se debe especializar en nada.
El Movimiento Scout cree que los jóvenes se acercan a experimentar aventuras emocionantes y no solamente a obtener diplomas y parches. Sin duda los reconocimientos son valorados y pueden servir como herramienta educativa, pero no pueden convertirse en un fin en sí mismos.
Sin ser reiterativo hago este hincapié: no es aconsejable apoyar el esquema de progresión exclusivamente en una serie de exámenes para evaluar si el joven es capaz de llevar a cabo determinadas actividades catalogadas centralmente (mínimas o no), aún cuando esas actividades sean útiles para una excursión al aire libre como usar un mapa y una brújula o levantar una carpa.
Esta confusión entre actividades y objetivos educativos, termina en un “utilitarismo” que acota las actividades a los contenidos del cuadernillo oficial de adelanto, porque lo demás es relleno que no se traduce en una insignia y, en consecuencia, es interpretado como una pérdida de tiempo y algo ajeno al Scoutismo más puro.
Frente a todos estas descripciones, ciertas y relevadas en mis visitas a diferentes Grupos Scouts, aunque tal vez un poco magnificadas a los fines didácticos para poder compartir con Uds. los riesgos de desvíos que implican, llegados a este punto debo aclararlas que no vengo a ofrecerles ninguna fórmula mágica.
Sin embargo, de mi experiencia personal, considero que es preferible proponer una red integral de objetivos educativos, escritos en términos de actitudes, habilidades y conocimientos a ser adquiridos. Pero eso sólo no alcanza.
Adicionalmente a los voluntarios adultos que se suman al Movimiento Scout debemos capacitarlos y habilitarlos para que desarrollen su creatividad, su imaginación, su curiosidad y, principalmente, para que apliquen a fondo el Método Scout y le otorguen verdadera participación a los jóvenes en la propuesta, selección, ejecución y evaluación de sus actividades.
Pero a ese ciclo hay que darle un cierre. No alcanza con evaluar la actividad. También debemos poner el ojo en el crecimiento personal de cada joven y en reconocerlo cuando se supera y alcanza las metas que se propone.
Si logramos poner en funcionamiento esta dinámica, cada educador scout y cada joven son libres de inventar cualquier tipo de actividades y de proponerse, en el marco de la red integral de objetivos educativos, las metas y logros que intentará alcanzar en un período de tiempo a convenir.
Y, al mismo tiempo, en el día a día y al final de ese tiempo convenido, tienen suficientes puntos de referencia específicos para poder evaluar cómo cada joven ha progresado como resultado de lo que ha experimentado.
Seguramente da para mucho más debate e intercambio de pareceres. Hoy ya se hizo largo. La seguimos en breve.
Siempre listo, rodrigo
Rodrigo González Cao

(Disclaimer: Participo del Movimiento Scout desde Lobato y he transitado por diferentes asociaciones scouts en mi vida. Por eso aclaro al lector desprevenido que los artículos publicados son escritos a partir de mi experiencia scout personal y, al menos conscientemente, no es mi intención realizar juicios de valor o sentencias que pontifiquen a unos y descalifiquen a otros. La intención al compartirlos es que puedan ser interpretados por cada uno de forma personal y adaptados a la realidad y contexto de cada lector según su propia experiencia y la situación particular de la asociación scout en la cual participa. Pido disculpas de antemano si involuntariamente alguno se siente incómodo con alguna de las lecturas).

Nota original, 22 de abril de 2011: https://scouts2012.blogspot.com/2011/04/el-esquema-de-progresion-personal-del.html

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