Autonomía moral y valores scout

Autonomía moral y valores scout

A partir de los 10-11 años, el Movimiento Scout identifica una etapa crucial en el desarrollo del joven, marcada por el acceso a la autonomía moral, donde la percepción de las reglas cambia hacia el consenso mutuo y se empieza a juzgar actos y personas de forma más crítica.

Este proceso se integra dentro del amplio marco de los valores del Movimiento Scout, siendo la vivencia de la Ley y la Promesa el camino para interiorizar un código de vida positivo que guía las acciones y fomenta la responsabilidad y el compromiso.

Los elementos del Método Scout, especialmente la dinámica de pequeños grupos, el aprendizaje por la acción, la progresión personal y el acompañamiento de adultos, son las herramientas pedagógicas que facilitan y nutren este camino hacia la autonomía moral y el desarrollo integral del joven scout.

El desarrollo de la autonomía moral, particularmente relevante a partir de los 10-11 años, es un proceso fundamental y un objetivo clave dentro del sistema de valores del Movimiento Scout.

La instrucción en buena ciudadanía que propone Baden-Powell en su libro "Escultismo para muchachos" ofrece un camino con mojones progresivos.

A temprana edad, a partir de los 7 años, los niños comienzan a juzgar los actos, inicialmente basándose en etiquetas culturales de "bueno o malo" o en la evitación del castigo y el sometimiento a la autoridad. En esta etapa, la norma se percibe como algo externo, proveniente de los adultos.

Sin embargo, a partir de los 10 u 11 años, se produce un cambio significativo: los jóvenes empiezan a percibir que la regla se basa en un consentimiento mutuo. Entienden que las normas han sido "inventadas" por ellos mismos y pueden cambiarlas si están de acuerdo en hacerlo. Es en esta etapa cuando acceden paso a paso a la autonomía moral.

En esta fase de desarrollo, cada uno se vuelve capaz de evaluar a las personas por sus actos y sus rasgos de carácter íntimos. Empiezan a percibir los errores y debilidades de los mayores y ya no tienen una confianza ciega en su autoridad. Comienzan a juzgar por sí mismos sus propios actos y los de los demás. Los principios morales son aceptados personalmente como una forma de compartir derechos y deberes dentro del grupo al que pertenecen. Alrededor de los 12 años, aceptan las reglas como una especie de contrato entre individuos.

Este desarrollo de la autonomía moral está profundamente ligado a los valores del Movimiento Scout y se fomenta mediante la vivencia de la Ley Scout.

La Ley Scout no es una imposición ni una barrera contra las faltas, sino una guía positiva para las acciones y una invitación al autodesarrollo y a ser más humano. Se presenta como un código de vida que desafía la internalización y promueve el compromiso. Vivir la Ley permite al joven avanzar en su desarrollo y explorar personalmente los valores en los que se basa el Movimiento Scout. La adhesión a la Ley y la Promesa es un compromiso voluntario que impulsa la autoeducación progresiva.

La capacidad de tomar decisiones, elegir y asumir responsabilidades es fundamental para el desarrollo de la autonomía moral.

La redacción de la Ley Scout enfatiza actualmente la libertad y la responsabilidad en la toma de decisiones, a diferencia de la obediencia "sin réplica" anterior. La responsabilidad es un valor que permite la convivencia pacífica y la construcción de confianza en uno mismo y en los demás.

La pertenencia a pequeños grupos, como la patrulla o el equipo, permite el descubrimiento y la aceptación progresiva de responsabilidades y el entrenamiento hacia el autogobierno, lo cual contribuye al desarrollo del carácter, la autoconfianza y la capacidad para cooperar y liderar.

La interacción entre pares y el respeto mutuo fomentan el autoconocimiento y la corrección de actitudes. Cuando los propios jóvenes elaboran sus reglas de grupo y eligen su "gobierno", aprenden por experiencia el significado de la responsabilidad personal y el sentido de pertenencia.

El aprendizaje por la acción permite que los conocimientos, habilidades y actitudes se "encarnen" de manera profunda. Se aprende la responsabilidad asumiendo responsabilidades concretas.

La progresión personal por medio de etapas y objetivos educativos ayuda a cada joven a asumir consciente y activamente su propio desarrollo. El diálogo con el adulto le permite personalizar los objetivos y asumir compromisos de superación. La capacidad de autoevaluación y toma de decisiones como "artesano de su propio desarrollo" es un objetivo de la intervención adulta.

La guía de adultos es indispensable. Los adultos facilitan el proceso educativo, acompañan, orientan y estimulan el desarrollo del joven, ayudándoles a descubrir sus potencialidades y límites. Su rol es fomentar la toma de decisiones por parte de los jóvenes, no imponerles sus propias convicciones.

El testimonio personal del adulto, viviendo coherentemente los valores, es un pilar fundamental para su transmisión y para el desarrollo de la autonomía moral de los jóvenes.

Puedes encontrar otras publicaciones sobre el Movimiento Scout en: https://scouts2012.blogspot.com.

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