Hoy despedimos con profunda tristeza, pero con infinito agradecimiento, al querido Padre Mamerto Menapace, monje benedictino, escritor entrañable, compañero de reflexiones en raides y excursiones y palabras presentes al calor de los fogones. 
Su partida deja un vacío enorme en el corazón de quienes crecimos y nos formamos con sus palabras, sus anécdotas llenas de sabiduría y su testimonio de fe sencilla y profunda.
Supo hacerse uno con nosotros, entre carpas, canciones, mate y oración, compartiendo con humildad y cercanía. Allí, en la naturaleza, sus reflexiones nos ayudaron a ver la vida con ojos más abiertos y un corazón más dispuesto.
Sus libros –como Cuentos rodados, Madera verde, entre tantos otros– fueron compañeros inseparables de nuestras mochilas, y sus relatos encendieron mil fogones, acompañando momentos de recogimiento, alegría y crecimiento espiritual.
Recuerdo con una sonrisa el día que nos conocimos y me dijiste: "Soy Mamerto, pero no ejerzo".
Gracias, Mamerto, por ayudarnos a encontrar a Dios en lo cotidiano, por enseñarnos a reírnos de nosotros mismos y por regalarnos relatos que supieron sembrar preguntas y esperanza.
Te despedimos con una oración y una canción, con una promesa silenciosa de seguir caminando con el Evangelio en la mochila y tu ejemplo en el corazón.

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