Aceptar un juego con reglas no es imponer prohibiciones y culpas

Previamente hemos hablado sobre la problemática de muchas familias que llegan al Grupo donde existe un solo padre (generalmente la madre cría sola a sus hijos). 
Muchas veces los dirigentes se encuentran con niños que han crecido sin la figura paterna, o que en su casa no han sabido fijarles límites, o que nunca han encontrado nada que esté prohibido. 
Ante esta situación es natural que los jóvenes se rebelen ante la autoridad desde una muy temprana edad (Ver en el documento “La Punta del Iceberg” los resultados de las Conferencias de Programa sobre los problemas de la rama Lobatos y Lobeznas).

En el otro extremo, frente a figuras paternas muy estrictas, a veces, el joven se entrega a cualquier regla. Si esta actitud persiste a medida que el joven crece, la persona será, en el mejor de los casos, altamente conservadora y en el peor de los casos, se encontrará en un mundo neurótico de prohibiciones y culpa.
Nosotros como educadores tenemos como objetivo lograr que cada persona logre una concepción adulta de las reglas: respeto por las leyes (reglas) tanto como la capacidad de criticar aquellas que aparecen malas o insuficientes con la intención de cambiarlas de una manera democrática por el bien de todos, en el nombre de valores más fundamentales. En este punto, les recomiendo repasar la “vuelta de rosca” que mencionamos en el artículo de la Ley Scout sobre el concepto “sabe obedecer, elige y actúa con responsabilidad”.
Por otra parte, el juego scout es un espacio de experimentación que permite también aprender de los errores.
Una posible desviación en el Gran Juego es considerar que cualquier regla es mala: “está prohibido prohibir”. En el fondo esta actitud puede esconder una actitud egoísta del que no puede soportar ninguna frustración. Rechazar todas las reglas lleva a la persona a considerar la satisfacción de sus impulsos como la única ley válida y puede llevar al crimen.
En el Movimiento Scout jugar el Gran Juego con reglas es una invitación a vivir de acuerdo a valores fundamentales: decencia y lealtad (ser leal y digno de confianza); respeto por y solidaridad hacia otros (“ser amigo de todos”, “ayudar a otros”); protección de la vida y la naturaleza; una actitud positiva hacia las altas y bajas de la vida (“optimismo aún en las dificultades”); respeto por el trabajo y el hacer lo mejor (“respeta el trabajo de otros”, “no hacer nada a medias”); un sentido la propia dignidad (“ser limpio en pensamiento, palabra y obra”).
La ley es una invitación a crecer: La Ley Scout no prohíbe nada. Es una invitación al auto-desarrollo, a ser más humano. Es una referencia para nuestra vida. Aún cuando la Ley es positiva, no es una cuestión de imponérsela a los jóvenes. Por el contrario, debe ser propuesta a los jóvenes y debieran ser ayudados a descubrirla a través de su vida. La Promesa entonces se convierte en la libre y voluntaria respuesta del individuo que, en un sentido, le declara al grupo: “He descubierto los valores por los que quieren vivir y con su ayuda, acuerdo tratar de vivir de acuerdo con ellos también”.
La promesa es una respuesta libre y voluntaria: La Promesa es entonces el punto de partida del progreso del joven: esto es porque quiere vivir de acuerdo a la Ley Scout que él establece como objetivo de desarrollo personal para alcanzarlo a través de las actividades del Movimiento Scout y la vida diaria. Es a través de la Promesa que el joven realmente se vuelve un actor a cargo de su propio desarrollo.
Siempre listo, rodrigo
Rodrigo Gonzalez Cao

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