La vocación del scout es salir al encuentro del otro para construir un mundo mejor

Hace rato venimos reflexionando en qué consiste el concepto “programas atractivos basados en actividades variadas centradas en los intereses de los jóvenes”.
Esta cuestión cobra especial vigencia mientras transitamos las medidas de restricción sanitarias originadas por la pandemia y nos ponemos a pensar qué actividades hacer.
Ante todo, como hemos expresado previamente, es más importante mantener los vínculos que realizar una práctica de nudos a través de videoconferencia. Pero eso no quita que los jóvenes sientan la necesidad de seguirse viendo, aunque sea virtualmente, y proponiendo algunas actividades que se puedan realizar a distancia y a través de las tecnologías de comunicación y redes sociales para sostener los vínculos personales hasta que podamos volver a encontrarnos cara a cara o realizar una excursión al aire libre.
En definitiva, todo lo que hemos desarrollado sobre objetivos educativos y progresión personal tiene como fin la construcción del proyecto de vida del joven, tarea que en la vamos aportando pequeños "granitos de arena" en cada edad y en cada rama y no solamente en la etapa rover.
La construcción del proyecto de vida y la definición de la identidad de cada joven se apoya en algo muy difícil en estos tiempos: la identidad vocacional.
Es nuestra convicción que esta identidad, la vocacional, está fuertemente entrelazada con todo el resto de las identidades, la sexual, la política, la religiosa, etc.
En el Movimiento Scout la identidad vocacional, entre otros espacios, se trabaja preferencialmente (aunque no exclusivamente) desde la propuesta de las Especialidades (también llamadas “especializaciones”, “aptitudes”, “licencias de competencia” o “brevets” según el país y la asociación scout de la cual participes).
De nuestra visitas territoriales hemos comprobado que el trabajo de Especialidad es algo que está muy descuidado en algunos grupos y unidades educativas locales y, que no es valorado como parte del “programa atractivo basado en actividades variadas centradas en los intereses de los jóvenes”.
Para que exista en el joven un interés por el llamado vocacional personal es necesario venir haciendo desde mucho tiempo antes y en forma progresiva un llamado general.
Ese llamado general, comienza al formular la Promesa Scout, y, leyendo más allá del texto literal de la Ley Scout es una convocatoria a ser "ciudadanos activos", cultivando aquellos valores que caracterizan al ser humano en cuanto tal.
En este punto ya nos hemos referido previamente al concepto original de Baden-Powell sobre "ciudadanía activa" en sus primeros escritos y cómo luego las posteriores traducciones y los "libros complementarios" de los años siguientes fueron torciendo esa orientación hacia una "ciudadanía pasiva", "menos peligrosa" que convirtió a los scouts en el imaginario social en meros espectadores de la vida político-social y, en el mejor de los casos, en "jóvenes buenitos" que ayudan a las ancianas a cruzar la calle o ayudan en los actos cívicos y religiosos de la comunidad barrial con el ordenamiento del tránsito o cargando la imagen del santo patrono del pueblo adonde viven. Ésto último es una exageración caricaturesca, sin ánimo de ofender a nadie, pero con la clara intención de redescubrir cuál es nuestro rol como ciudadanos activos en nuestra comunidad. 
Más allá de lo incómodo de la descripción, nada es casual, porque nuestra sociedad ha vivido tensiones en los últimos 70 años, tironeos donde se alertaba del peligro de que los jóvenes caigan en el fascismo, o en el otro extremo, en el comunismo. Como consecuencia de dichas tensiones, las asociaciones scouts "esterilizaron" la ciudadanía activa y sus consecuencias para proteger a los jóvenes y, en el mejor de los casos, la restringieron a “campañas solidarias” juntando tapitas de plástico para donar a alguna entidad benéfica, acto muy loable, pero que no agota la vivencia de la “ciudadanía activa” para construir un mundo mejor.
Retomar el concepto de "más scout para ser mejores ciudadanos" debiera ser releído en nuestros Grupos Scouts como el llamado a los niños, niñas y jóvenes para que desde pequeños salgan afuera de las cuatro paredes del cubil de Manada o el rincón de patrulla y empiecen a conocer las realidades de quienes nos rodean, no como una visita didáctica de alguien que mira del otro lado del vidrio, sino con la actitud de empezar, paso a paso, a involucrarse en llevar a quienes no tienen acceso a los mismos derechos que nosotros, el favor a alguien de cada día y la buena acción.
Con esperanza descubro que, ante el impacto económico que han tenido las medidas de restricción de la pandemia, surge un muchos Scouts de diferentes lugares la vocación por organizar bolsas de alimentos, preparar viandas de comidas calientes o asistir a quienes repentinamente se han quedado sin ingresos. Como reacción ante la emergencia y con el espíritu de ejercer la ciudadanía activa en un contexto de vulnerabilidad me parece oportuno. Pero luego, pasada la emergencia, y cuando regresemos a la normalidad (o la nueva normalidad), ésto no debe quedar como un bonito recuerdo de “aquella vez que fuimos a...”, sino que debe madurar hacia aportar nuestro granito de arena para construir un mundo mejor.
Si logramos que ese "salir afuera", conocer y, en consecuencia actuar se vuelva algo natural en las actividades, las posteriores Empresas de los Caminantes y los Proyectos de los Rovers tendrán mucho más impacto social en nuestra comunidad cercana, pero principalmente, estaremos sembrando en los niños, niñas y jóvenes la "semilla" del involucramiento en construir un mundo mejor de manera concreta a través del llamado vocacional personal de cada uno.
Sin dudas es importante sembrar la idea de que "el Scout es amigo de todos y hermano de todo otro Scout", pero lo que postulamos desde la Ley y la Promesa luego debe sostenerse durante todo su recorrido por las diferentes ramas y grupos de edad en cada una de las actividades que realizamos.
Y este punto también es importante marcar el rol protagónico que deben asumir los niños, niñas y jóvenes en la propuesta y selección de actividades y su posterior organización y evaluación, con el acompañamiento atento de los voluntarios adultos y siempre según su capacidad y edad.
Cuando al final de la etapa rover fracasamos en nuestras experiencias vocacionales con los jóvenes, algunas veces se debe a que queremos que abracen valores propios de una vocación específica, cuando aún no han desarrollado las cualidades y actitudes inherentes al ser hombre o ser mujer.
La semana próxima seguimos reflexionando juntos sobre los pasos hacia la definición del proyecto de vida como leitmotiv de la etapa rover.
Siempre listo, rodrigo
Rodrigo González Cao

(Disclaimer: Participo del Movimiento Scout desde Lobato y he transitado por diferentes asociaciones scouts en mi vida. Por eso aclaro al lector desprevenido que los artículos publicados son escritos a partir de mi experiencia scout personal y, al menos conscientemente, no es mi intención realizar juicios de valor o sentencias que pontifiquen a unos y descalifiquen a otros. La intención al compartirlos es que puedan ser interpretados por cada uno de forma personal y adaptados a la realidad y contexto de cada lector según su propia experiencia y la situación particular de la asociación scout en la cual participa. Pido disculpas de antemano si involuntariamente alguno se siente incómodo con alguna de las lecturas).

Nota original, 5 de agosto de 2011: https://scouts2012.blogspot.com/2011/08/el-llamado-vocacional-personal.html

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